
México: Festejan a Santo Patrono en Atlatlahucan
La fiesta más importante para los pobladores de Atlatlahucan es la que dedican a San Mateo, su santo patrono, cuyas veneraciones y cantos reposan en el ex convento agustino, que fue construido en el Siglo XVI. En los alrededores, la gente reza, baila y lanza fuegos artificiales; el fervor y la música unen a los habitantes durante tres días: el 20, 21 y 22 de septiembre.
Se trata de una celebración repleta de matices y detalles, en los que cada acto tiene un significado concreto.
Para agradecer las buenas cosechas que han tenido en el año, los habitantes extienden milpas (plantas de maíz) en el perímetro del ex convento.
Hombres y mujeres entran a oír misa a la usanza de los antepasados: las mujeres, cubriendo sus cabezas con un velo y con faldas hasta las rodillas, se acomodan del lado derecho; los hombres, con la cabeza descubierta, al otro lado.
De espaldas a ellos, el sacerdote oficia la misa en latín, como indica el Concilio de Trento, traído a estas tierras desde su cuna europea con la llegada de los españoles y Fray Jorge de Ávila, en la época colonial.
"Estas tradiciones han cambiado con los años, pero el pueblo decidió que no iba a cambiar", explica el cronista del municipio, Crescencio Guerrero Flores.
Un ex convento protegido como un tesoro
Si hay algo que distingue a los devotos de San Mateo en Atlatlahucan, es el recelo con que protegen el ex convento, que se impone en la vista de la cabecera municipal.
Construido a partir de 1533 como capilla abierta para los indígenas que habitaban estas tierras, la construcción reposa ante un amplio y verde jardín que, para estas fechas, es adornado por los pobladores, encabezados por la familia Espinoza.
Al aproximarse a la entrada del templo, pueden sentirse las miradas de la gente sobre la espalda.
Atentos a los movimientos de cualquier extraño con un celular en las manos.
No pasa más de un minuto para que cualquiera esgrima una amenaza de frente:
"Si sigue tomando fotos, le vamos a quitar su celular".
Esto es normal, ante el temor de los habitantes porque su patrimonio religioso y cultural pueda estar en riesgo, con el antecedente de otros grandes templos que han sido saqueados.
Los pobladores prefieren no hablar de los objetos valiosos que allí existen. Es su decisión y, por lo tanto, es respetable.
En general, la gente es amable. Durante la celebración principal, el 21 de septiembre, los habitantes suelen abrir las puertas de sus casas para que visitantes, amigos y familiares puedan entrar y compartir la comida con ellos.
Los 12 Pares de Francia
Si uno llega a la cabecera municipal de Atlatlahucan un 21 de septiembre por la mañana, es posible que se tope con la "Danza de los 12 Pares de Francia", un vaivén que forma parte de la cultura local desde 1920.
Las raíces se remontan al tiempo del emperador Carlo Magno: se trataba de una unidad de su ejército, integrada por 12 jóvenes que murieron en combate en la cordillera de Los Pirineos.
Cortando el aire con sus machetes, los 12 Pares se abren camino en las calles principales de la cabecera municipal, yendo y viniendo de un lado a otro, agitando sus cuerpos como si no hubiera un mañana.
Paso a paso, a través de los juegos mecánicos y de los puestos de dulces, nieves y panes, se dirigen a la entrada del ex convento, donde los espera el sacerdote que oficiará la misa.
Allí va también una imagen del Santo Patrono.
Al frente, una columna de mujeres eleva sus cánticos al cielo y, atrás, varios hombres se encargan de hacer despegar los cohetes que retumban en el cielo, encendiéndolos con los cigarros que portan entre los labios.
Se hacen señas para que las detonaciones no se salgan de control.
Las explosiones en el cielo, el canto de las mujeres y el baile de los 12 Pares confieren a la procesión un cariz sentimental, vertiginoso y feliz.
Una fiesta del pueblo
Aunque la fiesta que recibe más atención en Atlatlahucan es la del cuarto viernes de Cuaresma, dedicada a Jesús Nazareno, los habitantes están más encariñados con la de San Mateo, su Santo Patrono.
No sólo por el ser el santo que ha acompañado al pueblo desde 1534, sino porque es la que hacen con sus propias manos, sin apoyo de las autoridades.
Los propios funcionarios del Ayuntamiento son muy reservados al hablar de la feria, pues lo que menos quieren es que la administración municipal sea reconocida por algo que es, de hecho, resultado de la coordinación entre los habitantes y la Junta Vecinal, integrada únicamente por tres personas: un presidente, un secretario y un tesorero.
Mientras la administración municipal se encarga de organizar la Feria del Cuarto Viernes de Cuaresma, los ciudadanos hacen lo posible porque la fiesta de su Santo Patrono resulte mejor cada año.
Hombro con hombro, tal como ingresan al templo cuando es hora de ir a misa, los habitantes de Atlatlahucan han logrado preservar esta tradición desde 1538.
Y en el tercer día, cuando ya todo ha concluido, asiste al ex convento a dar las gracias porque todo ha salido bien.
FUENTE: El Sol de Cuautla