Pirotecnia burgalesa: de Atapuerca a Miranda
Pirotecnia burgalesa: de Atapuerca a Miranda
July 02, 2015 0 Comments

En la Prehistoria burgalesa, tras inventarse el fuego como elemento vital, seguro que el gran Eudald Carbonell se quitó el sombrero ante las primeras sesiones de fuegos artificiales en nuestra provincia, al verter aquellos hombres azufre y minerales sobre las hogueras de las cuevas, surgiendo chispas mágicas y lúdicas asociadas a los primeros ritos y supersticiones.

Sesiones sin pólvora, por que ésta llegará a nuestra tierra en el medievo por necesidad bélica, introducida por los árabes como relata Alfonso XI de Castilla en sus crónicas de 1343. Su uso militar y lúdico fue a la par. La sociedad gremial «de los burgos» con su economía floreciente y flamígera en torno a nuestra Catedral gótica, y por influencia del mercader veneciano Marco Polo, recibe de Italia espectáculos de armazones de andamios, chisporroteos de palos y cruces, siendo escenarios de fuego y color para amenizar las ferias del santo protector y honores reales.

Espectáculos que aumentan de tamaño y calidad durante los siglos XVI y XVII como el ofrecido por la ciudad a la visita de Ana de Austria, esposa de Felipe II, en el Arco de San Martín en 1571. Así hasta fines del XIX, donde ya aparecen modelos de carcasas y sesiones mas modernizadas, como la disparada en el año 1900 por el pirotécnico burgalés Julián Rejano, en una Plaza Mayor sin klinker ni goteras. En época de Franco, en la ribera del Arlanzón (lugar actual de disparo) un Augusto Guerrero de Huerta de Rey compite en la provincia con una María del Carmen Martínez de Lecea, de Miranda de Ebro, propietaria de un taller, hoy en monte alavés y regentado por sus hijos Gerardo y Aitor, que anoche en 2015 dispararon en el lugar donde lo hiciera su madre.

Destacaron 15 minutos de estilo particular y personalizado, en los que abundaron muchos efectos sonoros disparados desde candelas (silbatos y maulladores, sobre todo) que dieron mucho empaque sonoro y fluidez, manteniendo un ritmo moderado, constante y voluntarioso, solvente y sostenido. Estuvo muy bien en la fase de Kamuro, que fue aplaudida por el respetable.

También destacó por la originalidad en las sorpresas de arrebatos de las fases, en las cuales a veces mezclaba los productos en detrimento de otras que los mantenía de principio a fin. Algo distinto y personal. En el imprescindible bombardeo prefinal y final que tanto gusta al público, se mostró generoso en duración del mismo. En definitiva, una sesión frente al Museo de la Evolución Humana, testigo de los primitivos pirotécnicos burgaleses, de los contemporáneos y de sesiones como para quitarse el sombrero.

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